En 1949, el estadounidense Joseph Campbell publicó su libro El héroe de las mil caras; obra en la que establece – de manera muy clara y precisa – una serie de pautas que se repiten en historias, leyendas y mitos fundacionales de diferentes partes del mundo.
Sin importar si son hombres o mujeres, occidentales u orientales, reales o de ficción, el modelo se replica de manera constante y casi al pie de la letra, como si las narraciones de estos héroes y heroínas surgieran de la misma pluma o se elaboraran a partir de un solo molde. Desde Buda hasta Luke Skywalker, de Juana de Arco a Simba del Rey León, de Bilbo pasando por Odiseo, podemos encontrar rasgos similares en sus épicas; una flecha arquetípica que describe una curva de aprendizaje y desarrollo, de caída y resurgimiento.
Así, Campbell divide el “Viaje del Héroe” en etapas muy bien definidas:
- El mundo ordinario
- El llamado
- La indecisión
- El mentor
- La entrada al mundo de la aventura
- Los primeros éxitos
- El enemigo
- La gran prueba
- La recompensa
- El camino de vuelta
- La resurrección
- El elixir
Si bien podemos apreciar de forma nítida este esquema en cuentos, leyendas, mitos y en muchas de las películas de Disney y Star Wars, también en el ámbito deportivo se replica la misma fórmula.
Pongamos un ejemplo, el del tenista suizo Roger Federer. Una leyenda del tenis, que hoy anunció su retiro tras 24 años en el circuito profesional. El adiós de un grande, el adiós de RF: Royal Federer, nadie con ese toque de realeza y realismo en su estilo tenístico.
Sus primeros pasos en el mundo ordinario los dio en la campiña suiza, en la ciudad de Basilea. De padres dedicados a la industria farmacéutica, dedicaba buena parte del día a practicar diversos deportes. Hasta que sintió el llamado, el cual llegó cuando vio en televisión a Boris Becker ganar el Abierto de Wimbledon.
En ese punto es cuando aparece la indecisión, porque también practicaba el futbol en las fuerzas básicas del equipo local. ¿Pelota o balón? ¿Raqueta o botines? Federer optó por el deporte blanco, aunque su aprecio por la superficie del pasto es constante a lo largo de su trayectoria deportiva. En esta decisión mucho tuvo que ver su mentor, su sensei, en esa época, Peter Carter, un tenista australiano.
Su ingreso al mundo de la aventura se da a la edad de 14 años cuando abandona el hogar familiar y se muda a una ciudad donde se encuentra un centro de alto rendimiento para tenistas. Sus primeros éxitos se dan -no podía ser en otro lugar- en Wimbledon, donde obtiene el título en el Torneo Junior y se convierte en la raqueta juvenil número uno.
En 1998, Federer transita al circuito profesional donde sigue cosechando buenos resultados, hasta que tres años después se topa con su primer gran enemigo, Pete Sampras, en el césped sagrado de Wimbledon. El estadounidense había ganado ya siete veces el torneo y era el máximo favorito para levantar nuevamente el trofeo. Pero los héroes no saben de estadísticas y apuestas. Y el 2 de julio de 2001, en la cancha central, el héroe suizo superó su gran prueba al obtener el triunfo en cinco apretados sets.
La recompensa por haber salido victorioso de ese desafío fue ganar de 2001 a 2012 un total de 17 Grand Slams y ser considerado uno de los mejores tenistas de la historia. Nada mal. Con ese palmarés bajo el brazo, Federer regresa al mundo ordinario, donde es papá de cuatro hijos y tiene una fundación que apoya a niños y jóvenes a través de la práctica del deporte.
Pasa por su cabeza la idea del retiro, hasta que siente de nuevo el llamado y emprende el camino de vuelta a las canchas de tenis y nace una nueva rivalidad frente a Rafael Nadal, y Djokovic sus nuevos enemigos deportivos, sus némesis. El suizo vive una auténtica resurrección y añade tres grandes más a su currículum, dos Abiertos de Australia, además de ganar medallas en los Juegos Olímpicos, tanto en individual como dobles.
Respecto al elixir, ése ya lo tiene asegurado, no por nada lo llaman “La perfección suiza”, “Su Majestad”, “La otra dimensión del tenis”. Y es que el camino de este héroe suizo huele a hojas de hierba y conduce a Wimbledon, a su patio trasero, al lugar en el que ha ganado, hasta ahora, más campeonatos individuales.
📸 Imagen de portada: @rogerfederer