Revuelta

Pablo Gamboa, un ‘chupón’ tricolor que no llegó ni a ‘mamila’

Hace unos años, todo pintaba en Yucatán para que los juniors fueran los nuevos protagonistas en la escena política de la entidad: los Granja, los Ramírez, los Cervera, apuntaban para despuntar. Y en esta camada, había uno que parecía brillar con luz propia: Pablo Gamboa. No obstante, todo fue una ‘llamarada de petate’, todos fueron una promesa que nunca cuajo. Eso sí, la chamacada tricolor sólo llegó a disfrutar de los últimos tiempos de bonanza en el PRI. A ellos los tocó apagar la luz y bajar la cortina en una fiesta que duró décadas y se acabó en un abrir y cerrar de ojos.

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Gamboa trae un apellido de peso, tanto que a veces prefiere dejarlo a un lado para no tenerlo que cargar. Eso sí, el linaje le abrió las puertas para trabajar junto a Enrique ‘Copetes’ Peña justo después de graduarse de la Ibero como flamante comunicólogo. De Santa Fe a Toluca en un coche último modelo, mientras repasaba las teorías de ‘la aguja hipodérmica’, la ‘agenda setting’ y el ‘paradigma de Laswell’ para la entrevista de trabajo que le obtuvo su papá.

Ahora, ‘al César lo que es del César’ y a Pablo lo que es de Pablo, porque ya cuando arribó a Yucatán y fue director de la COMEY su trabajo fue reconocido en colonias donde antes no llegaban las acciones de gobierno. Todavía ahora, casi 10 años después, aún se le reconoce por el Paseo Verde y por la muy buena campaña que hizo en el Distrito III. Pero una cosa es ser candidato y otra ser servidor público, y todo indica que Pablito es mejor en lo primero que en lo segundo.

Y es que con Pablo Gamboa parece que todo se queda en el ‘pudiera’. Pudiendo ser muy sangrón por venir de donde viene, la verdad es que no lo es y hasta cae bien; como tampoco es tan buen político como lo pudiera ser viniendo de donde viene y habiendo escuchado tantas pláticas y acuerdos en el despacho de su daddy Emilio. Así, lo que parecía una esperanza para la cantera priista, con el paso de los años se ha ido convirtiendo en una completa paradoja: muy viejo para ser promesa, muy joven para ser decepción.

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