Llegó al mundo como Edson Arantes do Nascimento. En las canchas fue conocido como Pelé. Y pasará a la historia simplemente como “Rey”. Es decir, mientras los márgenes de su leyenda se iban ensanchando, el nombre se hizo más corto.
Es entendible, llega un punto que para narrar las grandes gestas hacen falta palabras, por lo que hay que tomar letras de donde sea, incluso del acta de nacimiento o del apodo con el que lo nombraron en el césped, siguiendo esa tradición carioca de bautizar nuevamente a todo aquel que toca un balón. Con Pelé llegó el futbol a color y, también, el balompié moderno: el jogo bonito. Tres veces levantó la Copa del Mundo, aunque sólo en dos ediciones desempeñó un papel protagónico.
En Suecia 58 deslumbró con 17 años, anotando uno de los mejores goles en la historia de los mundiales con una soberbia jugada frente a la defensa sueca. En Chile 62 las lesiones no le permitieron brillar, pero ahí estaba Garrincha para tomar la estafeta. En México 70 regresó con nuevos bríos para encabezar como maestro de orquesta a uno de los mejores equipos jamás vistos sobre un campo de juego.
Y si Maradona tiene el gol más visto en la historia del futbol, Pelé tiene la mejor anotación jamás transmitida por televisión. Fue en 1959, en el torneo local brasileño, cuando Edson Arantes realizó cuatro sombreritos consecutivos para después empujar con un testarazo el balón al fondo de la portería. ¿Qué mejor forma de culminar esa jugada que incluyéndole una cabeza a esas cuatro coronas?
Cuentan quienes estuvieron esa tarde en el estadio que si otro jugador se le hubiera atravesado en el camino, el astro brasileño también lo hubiera superado pasándole la redonda por encima, así, de forma elegante, sin despeinar al rival. El único inconveniente fue que no quedó registro alguno para la televisión. Algunos dicen que no había cámaras en la cancha, otros afirman que sí había una, sólo que justo en ese momento apuntaba hacia las gradas. No importa. Pelé en eso también rompió moldes.
Y si actualmente los futbolistas de carne y hueso observan en la consola las jugadas realizadas por sus gemelos virtuales con el anhelo de replicarlas después en el espacio físico, ese gol, el del póker de chisteras fue recreado digitalmente, a través de diferentes testimonios, con el objetivo de que haya evidencia gráfica de un gol casi imposible.
Y es que a “O Rei” siempre le ha gustado hacer lo imposible, desde que nació en Minas Gerais hace ya ocho décadas. Incluso grabó un elepé acompañado de Rappin’ Hood, un compatriota suyo que le hace a eso del rap. El Rey se puede permitir ser mortal, y hasta mundano, fuera de la cancha.
A lo largo de su vida Pelé grabó 12 canciones y anotó más de mil goles, al menos eso es lo que dice la FIFA, pero ya sabemos que en las oficinas centrales de Suiza sólo contabilizan las jugadas que reditúan ganancias. No tiene caso llevar estadística de los juegos llaneros o amistosos.
Sobre Pelé escribió Eduardo Galeano: “No había cumplido veinte cuando el gobierno de Brasil lo declaró tesoro nacional y prohibió su exportación. […] Cuando ejecutaba un tiro libre, los rivales que formaban la barrera querían ponerse al revés, de cara a la meta, para no perderse el golazo”.
De Edson Arantes es uno de los mejores goles jamás anotados, el Gol de Placa en Maracaná. De Pelé es el mejor gol jamás transmitido, el del par de sombreros y el cabezazo. Y de “O Rei” es también esa jugada que jamás fue gol, pero que no nos importa en absoluto que no haya acabado con el balón en el fondo de la red, porque ese regate al portero uruguayo Mazurkiewicz vale más como el más bello gol jamás hecho.