Hablar del tema ‘Cuerpo’ siempre es complicado, incluso pienso que ni siquiera se tendría que poner en la mesa…es decir ¿por qué tener que hablar del cuerpo? O reestructuro la pregunta ¿es posible hablar del cuerpo desde otro enfoque?; entonces concluyo en la interrogante: ¿desde dónde miramos nuestros cuerpos?
Mientras me ejercitaba con un grupo de al menos 10 mujeres de distintas edades, pude observar en diversos momentos que todas, sin excepción, en algún instante miraban sus vientres frente o de perfil al espejo. Se acomodaban las blusas, playeras, tops, para verificar que su vientre plano o abultado seguía ahí.
También miré mi vientre y reconocí que es la ocasión en la que lo he tenido más grande y me pregunté cómo me hacía sentir.
La primera respuesta mental fue: no estoy chida…refiriéndome a que algo estaba fuera de lugar dentro de un concepto de cuerpo curvilíneo ‘perfecto’, ese que quizá en la televisión, en revistas y en redes nos han inyectado que debe ser: mucha chichi, culote, cinturita y cero panza.
Casi todos los días me pienso desde mi cuerpo y todos los procesos que he vivido con él. En este instante no puedo afirmar que es la cercanía más maravillosa que tenemos, pero intento poco a poco, agredirlo menos y comprenderlo un poco más.
Es difícil cuando sales a la calle y de manera indirecta, discreta y velada casi todas las personas se preocupan por cómo se ven físicamente y no les culpo, hemos crecido en una sociedad de banalidades.
En redes, los comentarios sobre los cuerpos son fuertes e incisivos también y no podemos ignorar eso.
Justo me encontré con el comentario de una conocida que compartía estar afligida por pesar 56 kilos, situación que le acomplejaba porque siempre ha sido delgada.
Más tarde, vi un post en donde había una comparación de dos imágenes de la cantante Adele, como un ‘antes’ y un ‘después’ y decía: “Nunca subestimes el poder de una mujer”, entonces me preguntaba si la artista por ser más delgada ¿es más poderosa? O ¿su poder se mide por su peso?
Cuestioné en comentarios esta perspectiva y una chica respondió: si te sirve de algo, no sólo las que tienen peso de más se acomplejan, las flacas también nos acomplejamos.
Me preocupé mucho más.
¿Qué quiere la sociedad de nuestros cuerpos?
No fue difícil responder porque es algo que todos los días me cuestiono. El tema de los cuerpos me emociona mucho, porque en mi fantasía, muy utópica, me gustaría que alguna vez se dejara de mirar desde lo redondo y las líneas a las personas.
Al día siguiente escuché una conversación entre dos chicas y una le decía a otra que, para poder comer a gusto en la Ciudad de México, debería entonces hacer una dieta intensa una semana antes para no engordar.
Todos los días observo algo relacionado con la cultura de la gordofobia y precisamente hace poco un compañero me hizo algunas preguntas en relación a este tema.
A él le compartí que de niña siempre fui delgada, así que no tuve ni un trauma relacionado con mi peso, aunque con mi apariencia sí porque viví comentarios racistas y clasistas sobre mi tono de piel y mis facciones, pero mi peso nunca fue una interrogante, quizá porque era socialmente delgada y aceptada.
Crecí y la primera vez que subí de peso fue por el uso de anticonceptivos ya en mi etapa adulta.
Subí 10 kilos arriba de lo que siempre pesaba y fue cuando comencé a darme cuenta de la gordofobia a mi alrededor porque comenzaron los comentarios como “pero ¿qué te pasó, si eras delgada?”, como si de algo malo se tratara y también comencé a conflictuarme y preguntarme si acaso ‘no me veía bien’.
Ahí fue la primera vez que tomé la decisión de ir con una nutrióloga, sus dietas se basaban en restricciones de alimentos, como de manera típica, pero, además, nos daba pastillas y en efecto, una amiga y yo que llegábamos con ella comenzamos a bajar kilos.
A la vez comenzaron los comentarios tales como “¡oh! qué bien te ves”…ahí, de manera confusa todavía, creí que ser delgada era sinónimo de verte, lucir mejor.
Pasó el tiempo y esa amiga y yo luego descubrimos que las pastillas que nos daba la nutrióloga tenían anfetaminas…así que dejamos de ir con ella. Tampoco denunciamos ni nada y ahora pienso que debimos de hacerlo.
Comencé por mi cuenta a restringir alimentos que consideraba que no debía comer, pero luego, a solas, comenzaron los atracones…y así otra vez subí de peso.
Pasaron los años y volví a bajar de peso por un fuerte periodo de depresión y lo sorprendente era que, a las personas a mi alrededor en lugar de importarles mi salud emocional, se enfocaban más en mi exterior y volvían las ‘felicitaciones’ rayando en el “¡qué bien te ves!”, mientras algo en mi interior me consumía.
Ahí comencé a cuestionarme si en verdad a las personas les importa tu salud o tu físico en sí y miden tu supuesta salud a partir de lo delgada o delgado que estés, sin que les preocupe realmente cómo está tu interior y de verdad una salud integral.
Pareciera que una tiene que estar delgada a costa de lo que sea.
Cuando dicen lo trillado “es por salud”, realmente es una falacia total, porque automáticamente asumen que quien no es una persona delgada no está sana.
Ha sido un reto hoy que tengo 20 kilos arriba de lo que supuestamente debería pesar, porque claro, los paradigmas de ‘belleza’ aún son muy fuertes.
En muchas ocasiones, familiares y personas cercanas también me han dicho que si engordo más mi pareja podría ‘dejarme’, como si de un objeto inservible se tratara.
También me pregunto si en verdad creen que mi pareja no mira otros aspectos valiosísimos en mi persona y por ser gorda se pierde todo lo importante y la esencia de mi ser.
Recuerdo también, por razones personales me di de baja un año en la Lic. En Teatro y cuando regresé, el coordinador de la carrera me dijo: pero tienes que adelgazar…como si las personas gordas no tuvieran el talento quizá para ser actrices, actores.
La gordofobia existe y muchas personas se escudan falsamente que defender los cuerpos es fomentar la obesidad, cuando a las personas que son delgadas no les dicen NADA.
Aunque no toda la delgadez es sinónimo de salud.
Agrego, hace poco subí una foto a mi red social en la que enuncié: “las gordas también tenemos fuego”…recibí un comentario diciendo: no te digas gorda en Facebook.
Entonces vuelvo a lo mismo, como si de algo malo se tratara y hasta ese grado llega la gordofobia, tanto la palabra ‘gordo’, ‘gorda’ y los cuerpos grandes incomodan.
¡Ojo! No vengo a promover la obesidad por si acaso hay quienes se atrevan a decir que lo estoy haciendo, pero quisiera que pusieran atención en que promuevo el respeto hacia las formas de cuerpos, promuevo la empatía hacia los procesos personales, promuevo los acercamientos amorosos con los cuerpos y sobre todo, promuevo la omisión de opiniones sobre los cuerpos ajenos.
Apostemos por una salud integral y no sólo la salud estética. (Revuelta)